¡Nuestras últimas entradas!

lunes, 20 de enero de 2014

¿QUIEN LE ZURCIA LOS CALCETINES AL REY DE PRUSIA MIENTRAS ESTABA EN LA GUERRA?

Una semana más, ya estamos aquí. Hoy os traigo un cómic que, aunque sea por el título, no ha pasado desapercibido a casi nadie de este mundo del noveno arte: ¿Quién le zurcía los calcetines al Rey de Prusia mientras estaba en la guerra?, publicado por Norma Editorial en noviembre pasado.




La pareja de artistas en este caso nos es conocida: por un lado, del guión se ha encargado Zidrou, culpable de títulos como La piel del Oso, Lydie o El cuentacuentos; a los lápices, el creador de Jazz Maynard, Roger Ibáñez.


La historia que tenemos delante es bastante dura (durísima): Catherine es una madre viuda de 72 años que cuida de su hijo de 43, Michel, el cual sufre un retraso profundo a raíz de un accidente de tráfico que tuvo cuando era joven. Como podéis imaginar, su vida es la de su hijo: cuidarlo y estar pendiente de él en todo momento, como si fuese un niño atrapado en el cuerpo de un Hombretón, para siempre. 
Para colmo, es la única dispuesta a ello.



Es difícil imaginar una situación así si no la has vivido, y más aún reflejarlo en 56 páginas de un tebeo, pero Zidrou es capaz de regalarnos momentos de esa vida maravillosos, momentos en los que vale la pena luchar y momentos en los que las fuerzas flaquean. Es un retrato de la vida, con sus más y sus menos, llevada a un punto en el que se hace cuesta arriba ver los más. Un sensibilidad llevada al culmen por un Roger Ibánez a la altura de su Jazz.

Es un cómic que se detiene en detalles de la vida cotidiana, que para alguien con estos problemas pueden resultar un escollo de difícil solución. Temas como la nostalgia de una madre al echar la vista atrás y ver la vida de su hijo y la suya propia antes de que ocurriese todo; el abandono familiar; la sexualidad... Pero a su vez, también es una historia de superación, de recompensa y de lucha...sobretodo, de lucha. Podríamos hablar largo y tendido sobre la trama y los numerosos mensajes que nos manda Zidrou e Ibáñez a lo largo de la misma, pero, una vez más, dejémoslo para esos posibles comentarios y así no alargamos la reseña más de lo habitual.




¿El por qué del título? A mi modo de ver la historia, la respuesta a la pregunta sería "Nadie, ya que estaría lejos de criados y demás súbditos, y en otros menesteres, pero en lenguaje de una madre y su hijo, "porque no tendría quien cuidase de él" ". Haciendo un paralelismo, nuestra protagonista de la historia, Catherine, puede que se plantee esa misma pregunta de un modo parecido al inicio del cómic, al escuchar a una madre contándole un cuento a su hija sobre un rey (de Prusia) que quería ver el mar. Por su gesto, al oír esa historia ella se plantea algo así como: "Si fuera yo quien se fuese, ¿quién cuidaría de mi hijo?". Es por eso que siente la necesidad, nada más abordarle ese pensamiento, de coger el móvil y telefonear a casa para asegurarse de que todo está bien, y es por eso también que vuelve antes de lo previsto de su viaje a la playa. Zidrou es capaz de reflejar a la perfección cómo cualquier detalle en la vida de una madre le puede hacer pensar en su hijo, incluso los más extravagantes. Ya os digo que es solo una interpretación al título, la mía propia.


Este álbum nos muestra a una madre que llega a luchar contra lo único que parece resistírsele: el miedo a envejecer y a ver a su hijo en una residencia sin poder cuidarlo ella misma; solo y sin tenerla cerca. Ya no es su vida la que importa -eso ha quedado muy atrás- sino el miedo a que su hijo se vea perdido. Una madre que en flashbacks revive ese fatídico día del accidente en el que hubiera dado su vida por poder haberse cambiado con su hijo. Pero al fin y al cabo, la vida no tiene marchar atrás y tras los años ha conseguido afrontar lo que le ha tocado vivir. Una verdadera heroína, sin capa ni antifaz, de esas que puedes cruzarte cada día por la calle sin darte cuenta, alguien que no necesita reconocimiento de nadie y alguien a quien le vale el detalle más mínimo de la persona que ama para ser feliz, y adivinar en sus ojos que sí...que todo esto merece la pena, como un enorme corazón rojo dibujado en un tablero. Grande Zidrou; tan grande que solo alcanzo a verte las rodillas.

Como siempre, un saludo.

Dani S.